¡Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y todos los rumores de los viejos,
demasiado severos, valorémoslos en un solo céntimo!
Los soles pueden morir y renacer;
nosotros, cuando haya muerto de una vez para siempre
la breve luz de la vida, debemos dormir una sola noche eterna.
Dame mil besos, luego cien, después otros mil,
y por segunda vez ciento, luego hasta otros mil,
y otros cientos después. Y cuando sumemos ya muchos miles,
los borraremos para olvidarnos de su numero
o para que ningún maligno puede echarnos mal de ojo
cuando sepa que fueron tantos nuestros besos.
demasiado severos, valorémoslos en un solo céntimo!
Los soles pueden morir y renacer;
nosotros, cuando haya muerto de una vez para siempre
la breve luz de la vida, debemos dormir una sola noche eterna.
Dame mil besos, luego cien, después otros mil,
y por segunda vez ciento, luego hasta otros mil,
y otros cientos después. Y cuando sumemos ya muchos miles,
los borraremos para olvidarnos de su numero
o para que ningún maligno puede echarnos mal de ojo
cuando sepa que fueron tantos nuestros besos.
Este es Catulo. Esto es Catulo. Soberbio. Y lo escribió en el siglo I a. C. Y no oreáis que es un poeta dulzón. Cegado de amor y apasionado, sí, pero también tiene poemas donde su lengua afilada no tiene rival en el macarra más deslenguado.
Preciosismo! :)
ResponderEliminar¿Qué tal poner algo de las kalendas?
Es curioso!
Buena idea. A ver si encuentro algo simpático. Si no, nos tendremos que conformar con la explicación tradicional.
ResponderEliminarGracias por atreverte a escribir.
Es precioso, almenos para mi gusto, ademas en cierto modo en su poema ha incluido algo de filosofia, lo cual lo hace aun mas bonitoo :D
ResponderEliminarPreciosísimo, qué tierno, qué sencillo, precioso. Lo copiaré en mi barco una mañana de sábado.
ResponderEliminarNo te mando mil, pero un puñao, sí.